Estando la iglesia a la cabeza del
mundo feudal pasó lo inesperado al corromperse, es decir, abandonó sus
objetivos espirituales por objetivos sociales, y en base a este nuevo quehacer
estructuró todo un sistema legal de castigo y persecución que le garantizaba el
sostenimiento del poder político, el poder económico y el poder de las armas
para dirigir con buen suceso la familia de la sociedad feudal. Las enseñanzas
de Jesús no habían cambiado el mundo como se esperaba, quedó demostrado en poco
tiempo que el ser humano prefería más vivir en la corrupción, la avaricia, la
injusticia y la impunidad que vivir obedeciendo las leyes de Dios en un
ambiente de paz, libertad y armonía social. Qué coincidencia.
La libertad del ser humano, de la familia
fue condicionada a través de los intereses de la iglesia y a los intereses de
la sociedad dominada; obispos y sacerdotes eran obligados a obtener información
confidencial de sus fieles sobre su vida y prácticas de la “herejía” en su
comunidad; este mismo interés fue recogido por las autoridades civiles según el
IV Concilio de Letrán de 1215.
Las penas para someter a la
ciudadanía al “orden” divino eran confiscación de bienes, multas en dinero o
especies, condena a ser torturado, condena a morir en la hoguera, condena para
aceptar la excomunión, condena para ser desterrado. Asimismo se ejercía la
presión psicológica a través de la publicación de gulas y otras medidas legales
para corregir la indisciplina que afectaba al cristiano.
Las personas no cristianas eran
consideradas “herejes naturales”, la herejía era un pecado, una cizaña de
destrucción del ser humano capaz de romper la armonía entre la iglesia, contra
el Rey, contra la patria y contra la sociedad; el castigo que se recibía por
este delito era considerado como una expiación divina para un alma atormentada
por el diablo y por los malos espíritus.
Al aceptar la iglesia un cambio de
conducta para evangelizar al ser humano, aceptó también la tortura como
el medio más convincente de hacer entrar en “razón” a aquellas personas y
pueblos que se resistían a aceptar voluntariamente la fe cristiana. En 1224 el
emperador Federico II redactó una serie de normas penales que fueron recogidas
y puestas en práctica por el Papa Inocencio IV en el año de 1252, en el derecho
canónico se autorizaba el uso de la tortura para arrancar confesiones a la
víctima en el curso del interrogatorio inquisitorial.
Después de que el cristianismo y la iglesia
impartían amor y perdón, sus “ángeles” malos repartían a diestra y siniestra
palos y torturas para “atraer” al seno de ella a mayor número de personas. La
inquisición tuvo verdadera urgencia en Italia, en España, Francia y América
Latina; decayendo su actividad entre el siglo XIII y el siglo XVI en que se
suprime la persecución y castigo por herejía quedando la práctica de brujería
condenada a la persecución por la célebre “MALLEUS MALEFICARUM” que se publicó
en 1486.
La actividad de la santa inquisición en
toda Europa fue asfixiante a tal extremo que hasta los mismos cristianos veían
con malos ojos las actuaciones de la santa inquisición. Por esta época el Papa
Pío V da un impulso oportuno a la inquisición con la tristemente célebre
ejecución histórica de Geordano Bruno por herejía en el años de 1600, ejecutado
en la hoguera y el famoso proceso contra el astrónomo y matemático Galileo
Galilei, a quien se le obligó a que se retractara de sus tesis científicas.
Galileo fue condenado a prisión perpetua entre los años de 1611 a 1633 condena
que fue conmutada por prisión mitigada en su propia residencia.
España seguía de cerca los
movimientos religiosos de Europa, el Santo Oficio había promulgado la Santa
Inquisición para apartar a los humanos del peligro de ser arrollados por las
maléficas influencias del demonio. Los reyes católicos se vieron necesitados de
la actuación del poder de la Santa Inquisición, para neutralizar en su
territorio, invadido por los turcos otomanos, las malas influencias de estos en
sus reinados.
Obligados los reyes católicos de
España por la difícil situación de estar invadidos por gentes con creencias ajenas
al cristianismo, para el año de 1478 consiguió centralizar la actuación de la
Inquisición al nombrar una inquisición general para todos los reinos; en los
primeros ocho años de responsabilidad religiosa la Inquisición mantuvo en la
cárcel a más de cinco mil personas procesadas por delitos contra la Iglesia y
contra el poder de los reyes católicos. De todos los procesados setecientos
fueron condenados a muerte y la otra parte fue condenada a penas menores.
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