NOTA:
Debido a
la falta de financiamiento para publicaciones impresas, utilizaré mi blog para
difundir una investigación realizada en y sobre el municipio de Santa Lucía,
Francisco Morazán, denominado SURCAGUA: lugar de ranas que aparecerá en
varias partes.
SURCAGUA:
Lugar de ranas
Atrás quedaba el camino en el polvo dorado del
sol,
las casitas que nos dieron blancas buenas
tardes y la cruz de la Mina Grande,
ante la que es costumbre de los caminantes
rezar tres credos.
Santa Lucía se apareció, vestida de pinares,
cándida en la luz patriarcal del día,
como una novia saliendo a recibirnos al balcón
de sus montañas.
Tierras de
pan llevar
Claveles de Santa Lucía/ Rafael Heliodoro Valle
Parte 1
SUPUESTO DESCUBRIMIENTO
Y NOMBRE DE SANTA LUCÍA
Santa
Lucía es uno de los municipios más pequeños del departamento de Francisco
Morazán, mide alrededor de 59.9 kilómetros cuadrados. Todo el municipio está
ubicado en zona montañosa en uno de los tres ramales en que se divide la Sierra
de Lepaterique, que comienza al sur del Valle de Comayagua donde es conocida
con el nombre de Yerba Buena. Es precisamente en el ramal norte donde se yergue
el cerro de Santa Lucía acompañado por los cerros de Canta Gallo, San Juancito
y La Tigra último que culmina en las elevaciones de El Hatillo y El Picacho.
(Portillo: 2008: Pág. 61).
La
Sierra de Lepaterique encierra en sus montañas una riqueza natural incomparable
que abarca la vegetativa y fauna, prueba de ello es el Parque Nacional La Tigra; y en su ramal suroriental la
Reserva del Uyuca, entre otras zonas de importancia. Por la riqueza de sus
suelos, varias de sus montañas fueron explotadas durante la época colonial al
descubrirse en estas vetas de plata y oro; la explotación continuó durante el
período independiente en el pueblo de San Juancito. El descubrimiento de
minerales dio origen a la conformación de la mayoría de los pueblos que
quedaron “atrapados” entre la espesa neblina de las montañas como es el caso de
Santa Lucía y San Juancito. El
patrimonio de la Sierra de Lepaterique y sus montañas se diversifica hasta la
riqueza antropológica, dicha sierra está ubicada en el
centro del país, zona que durante la época precolombina fue territorio habitado
por el grupo étnico Lenca.
Es
muy probable que el nombre de Santa Lucía aparezca por primera vez en un
documento del año de 1580 que el Gobernador de Honduras Alonso de Contreras
envía al Rey desde Guatemala informando que:
“…unos indios del pueblo de
Tegucigalpa le llevaron al justicia mayor de Valladolid de Comayagua Don José
de Santiponce un mineral que al fundirlo se vio que era plata de muy buena ley, al ver este mineral el gobernador con otros
vecinos de Comayagua fueron al sitio donde los indígenas les habían comunicado
haber encontrado el mineral que ellos no sabían lo que era, en un cerro muy
escabroso lleno de pinos, y robledales y otras maderas, al dicho cerro yo le
puse por nombre Santa Lucía por ser día de esta santa, que de tres meses a esta
fecha ya hay varios mineros dedicados al trabajo de extracción del mineral,
pero les falta mano de obra, ya que los pueblos más cercanos al dicho Santa
Lucía son los de Tegucigalpa y Comayagüela, que los dos tendrán como 60 vecinos
(lo que darían ahora una población de 300 almas) por lo que están suplicando a
S. M., 60 esclavos negros para ahondar la veta que quedó al descubierto al
quemarse parte del cerro”. (Martínez Castillo: 2009: pp. 6-7).
Según
este documento, Contreras asegura que 3 meses atrás varios mineros ya estaban
explotando las vetas de plata, lamentablemente no da más datos sobre los
mineros que las explotaban, su lugar de procedencia y si eran españoles,
igualmente dónde se encontraban ubicadas. Sin embargo Reynoso citado por Linda
Newson en su libro El costo de la
conquista afirma que las minas de Santa Lucía se descubrieron 2 años antes
en 1578 (Newson: 1992: p.224).
Para
Mario Felipe Martínez Castillo las fechas van más atrás:
“…es muy probable que entre 1540 y 1560
habitantes de Comayagua hayan encontrado vetas de plata en las montañas de
Tegucigalpa, principalmente en el área de Santa Lucía, y que desde esa fecha se
haya iniciado una incipiente explotación minera en el área”. (Martínez Castillo: 1982: p. 15).
Carlos
Molina Arguello en su libro La
cronolografía de la formación de Tegucigalpa publicado en 1978 y citado por
Leticia de Oyuela, en su libro Esplendor
y miseria de la minería en Honduras, dice que “por el año de 1580 un minero
llamado Gaspar de Santiponce llevó a fray Pedro Jiménez a un paraje, sobre un
abrupto picacho donde bautizaron una mina con el nombre de Santa Lucía, en
correspondencia al onomástico del monasterio dedicado a la Santa Patrona de los
no videntes”. (Oyuela: 2003:
p.56).
“Según documentos existentes
en el Archivo General de Indias en Sevilla que contiene informes de los
Oficiales de las Casas Reales de Comayagua éstos hacen saber a Su Majestad que
“hará cosa de 12 a 15 años se descubrieron unas minas de plata en los cerros
que llaman “de Tegucigalpa” y que al presente estaban en escasa producción en
el año de 1589. Así pues, si retrocedemos doce o
quince años de esta fecha, obtendremos 1574 y 1577. Esta fecha es
indudablemente la que corresponde al momento en que ya un buen número de
mineros estaba dedicado de lleno a la explotación minera, y no precisamente al
momento en que estas minas se descubrieron y sus propietarios empezaron la
labor de la plata.” (Legajo
43 AGIA de G. en Martínez Castillo: 1982: p. 15).
Con
estas aseveraciones de Martínez Castillo nos acercamos a la fecha que plantea
Reynoso, 1578, y que retoma Linda Newson y 2 años después de la fecha de Alonso
de Contreras Guevara 1580.
Se
puede resumir que la fecha de fundación del poblado de Santa Lucía sea entre
1578 y 1580, pero que interpretaciones de documentos históricos revelan que la
actividad minera incipiente en los cerros alrededor de Tegucigalpa comenzó 12 o
15 años antes de estas fechas.
Su topónimo
Al
arribo de los españoles el grupo étnico más numeroso en el territorio que hoy
conforma la República de Honduras era el lenca; poblaron parte del departamento
de Lempira, Intibucá y La Paz; gran parte de Valle, Comayagua y Francisco
Morazán, incluyendo Tegucigalpa; el sur y el este de Santa Bárbara y el noreste
de Choluteca. (Chapman: 1978).
MAPA
No. 1
Distribución de las
culturas indígenas antes de la conquista española
Fuente: Linda Newson. El costo de la conquista. 1992
Si
bien el área de Santa Lucía queda comprendida dentro de lo que fue la zona
lenca como podemos observar en el mapa anterior, la topografía de su terreno
montañoso no permitiría el desarrollo de un asentamiento indígena, generalmente
estos se ubicaban en los grandes y pequeños valles, o en las zonas bajas
cercanas a los ríos; lugares que permitieran el cultivo, la pesca, por lo tanto
la instalación a mediano y/o largo plazo de grupos humanos. Sin embargo Anne
Chapman nos dice que los lencas preferían las zonas altas y montañosas. En el
libro Honduras histórica y geográfica
publicado para el Primer Centenario de la Dirección de Estadísticas y Censos y
que abarca los años de 1880 a 1980, en el pequeño apartado referente a Santa
Lucía, se asegura que “los indígenas fueron sus primeros pobladores,
posteriormente los españoles trabajaron sus ricas minas” (pág.149). Pese a lo
anterior no se han encontrado indicios de asentamientos humanos precolombinos
en lo que actualmente comprende la ruta minera Santa Lucía-Valle de Ángeles-San
Juancito.
Durante
el poblamiento de Tegucigalpa a partir de 1578, cuando ya se habían descubierto
minerales en las montañas de Santa Lucía, habitaban en las faldas del cerro
Sapusuca, conocido actualmente como El Picacho, un poblado de indígenas que
entendían la lengua náhuatl o mexicana; las milperías se localizaban en las
vegas del Río Grande o Choluteca hacia el lado noroccidental del Sapusuca (Valenzuela:
1931: pp. 33,98). Se deduce que los antiguos habitantes de Tegucigalpa eran de
procedencia lenca, posteriormente con la explotación de las minas tanto de
Tegucigalpa como de Santa Lucía fueron trayendo indígenas de diferentes lugares
y grupos étnicos y por supuesto negros y mulatos para que se dedicaran a la
siembra, el trabajo en las minas y en calidad de servidumbre; es así que se
conforma el pueblo de Comayagüela de los indios y otras poblaciones alrededor
del centro del lugar llamado Tegucigalpa.(Martínez Castillo:2009).
En el
caso de Santa Lucía no se tiene fuentes documentales de asentamientos indígenas
antes de que el pueblo fuera fundado por los españoles. El lugar arqueológico
más cercano a Santa Lucía está ubicado en la colonia El Sitio en terrenos
privados.
Alberto
Membreño afirma que al antiguo terreno del departamento de Tegucigalpa hoy
Santa Lucía se le llamaba Surcagua
que significa “lugar que tiene ranas.” (Membreño: 1994: p. 189).
“Esta palabra está compuesta
por Xochcahua, derivado étnico de Xochcahuacan, “lugar que tiene ranas”,
compuesto de Xochcatl, rana, y huacan, partícula posesiva e indicativa del
lugar”. (Membreño: 1994).
Este
topónimo es retomado por Carmen Fiallos al describir el municipio de Santa
Lucía, confirmando que “su nombre
primitivo fue Surcagua que significa “lugar de ranas.” (Fiallos: 1989: p. 179).
En el
estudio introductorio al libro de Membreño, Toponimias indígenas de Centroamérica (Honduras, El Salvador, Guatemala y
Nicaragua), Atanasio Herranz nos hace ver que el error principal
de Membreño en sus trabajos de toponimia fue creer que la mayoría de éstos
(topónimos) eran de procedencia náhuatl, obviando las lenguas que se hablaban
en Honduras al momento de realizar la investigación, finales del siglo XIX y
principios del XX.
Debido
a la falta de investigaciones lingüísticas en relación a los topónimos en
Honduras o estudios toponímicos, no se cuenta con más información sobre el
origen indígena del nombre de este poblado.
En
Honduras, como en el resto de los países de Latinoamérica, el predominio de los
nombres vernáculos sobre los autóctonos tuvo un papel fundamental en el proceso
de la colonización, estamos hablando del uso del lenguaje como herramienta de
poder e imposición. En el caso de Honduras algunos lugares conservaron sus
nombres indígenas principalmente donde hubo o se desplazaron asentamientos
humanos indígenas. Otros variaron en su pronunciación y escritura a lo largo
del período colonial. También se dio lo contrario, los nombres indígenas fueron
sustituidos completamente por otros nombres impuestos por los españoles,
principalmente aquellos relacionados a entidades religiosas
santas, vírgenes y santos católicos, así como nombres de lugares de España y
apellidos de los colonizadores, tal sería el caso de Santa Lucía. En otros
casos se mezclaron nombres provenientes de las lenguas indígenas con nombres
vernáculos.
La
manipulación de topónimos no solamente supuso un cambio lingüístico sino la
conformación de una nueva identidad o identidades de poblaciones con diferentes
grupos humanos, es decir, que se relegó al olvido esos nombres, se sobrepuso a
una realidad socio-histórica un nuevo imaginario de lugar, referencia y de
pertenencia como es caso del pueblo de Santa Lucía.
Los
topónimos como fenómeno lingüístico encierran dos dimensiones, la de hechos
registrados en una etapa histórica y la geográfica; en este sentido son formas
simbólicas de apropiación del espacio físico y temporal, que, también forman
parte de las etapas de desarrollo de las lenguas que los crearon, en este caso
de las lenguas indígenas. Pero también encierran una dimensión histórica,
social y antropológica.
La
actual Ley para la Protección del Patrimonio Cultural de la Nación (Decreto
Legislativo 220-97) contempla que conforman parte del Patrimonio Cultural: Los
monumentos, bienes muebles, los conjuntos, los sitios arqueológicos, zonas
arqueológicas, las colecciones arqueológicas, los fondos documentales, los
fondos bibliográficos, las manifestaciones culturales de los pueblos indígenas
vivos y las manifestaciones culturales de origen vernáculas vivas. No se especifica
que los topónimos como tales formen parte de nuestro Patrimonio Cultural pese a
que son testimonio de nuestro pasado y referentes de nuestra actual realidad e identidad
cultural.
¿Es
necesario rescatarlos los topónimos? Es completamente válido, eso no significa
volver al pasado o cambiar nuestra forma de vivir. Nuestra identidad o
identidades son lo que actualmente somos, pero sí podemos incorporar elementos
que en circunstancias ajenas a nuestra época histórica como la conquista y la
colonización fueron usurpados, cambiados y echados al olvido.
Dice,
José Antonio Mac Gregor que “…la
identidad es un sentido de pertenencia”
(Mac Gregor, Pág. 48) he aquí el elemento de carga espacial (territorial) que
encierra un topónimo, además de otros elementos que nos hacen sentirnos parte
de…; dichos elementos pueden ser locales, regionales o nacionales y pueden ser
parte del patrimonio inmaterial o material. “La
identidad —continúa Mac Gregor— es lo
que somos ahora ¿Qué es lo que somos? Somos pasado, somos sueño, somos futuro.”
(Mac Gregor 2011: Pág 48).
Cuando
Membreño nos está diciendo que Surcagua
significa un lugar de ranas, inmediatamente nos remitimos a un ecosistema donde
abundaba la vegetación, las corrientes de agua (arroyos, lagunas, ríos), la
abundancia de esta especie de anfibio y de otras especies animales como
insectos para su alimentación; o sea un lugar de abundancia natural. Al mismo
tiempo se pueden ingerir las características del terreno, y de vegetación,
tierras altas con clima húmedo subtropical, de bosque nublado. El cerro de
Santa Lucía pertenece al ramal norte que toma la Sierra de Lepaterique,
conjuntamente con el Cerro de Canta Gallo, San Juancito y La Tigra; son también
parte última de ésta El Hatillo y El Picacho (Portillo: 2008: Pág. 61).
En el
mismo informe que el Gobernador de la Provincia de Honduras Alonso Contreras de
Guevara envió al Concejo de Indias en España con fecha 30 de marzo de 1580; habla
sobre el clima de la hoy Santa Lucía “Es
tierra fría e no ay calor por ningún tiempo del año. Es muy montuoso de muchos
árboles grandísimos de pinos e robledales y algunos cedros. Tiene agua que es
menester…” (Aguilar Flores: 2013: 8).
Los
topónimos además evidencian la condición de posesión frente a lo “supuesto
descubierto”, así como la pérdida de la ubicación espacial de asentamientos
indígenas o identificación definida de lugares —tal el caso de Santa Lucía.
Esta tendencia a occidentalizar a través del lenguaje, como los topónimos quedó
simbolizado en las primeras representaciones topográficas (mapas) realizados
del territorio “descubierto”, donde también quedan consignados los nuevos
nombres de lugares en castellano.
Santa
Lucía aparece ubicada cartográficamente por primera vez en un mapa de 1722, el
cual fue encargo de José Rodezno, Oidor de Guatemala, al ingeniero y
eclesiástico Núñez, quien dio inicio la tarea de levantar un mapa de toda la
provincia de Honduras, poniendo especial atención a la geografía local y su
relación con las incursiones de enemigos ingleses. (Davidson: 2006).
“Sin embargo el mapa va más
allá de esta descripción solicitada y es el primero donde se ubica y menciona
las principales localidades del interior de Honduras: Comaiagua, San Pedro
Sula, Grazias a Dios, Santa Cruz de Yoro, San Jorge de Olancho, Real de Minas
de Tegucigalpa, Jeres de Churuteca; las localidades menores de Cantarranas,
Manto, Tencoa, Cuscateca, Ojojona, Sulaco, Yocon; y varias localidades como
Lejamani, Santa Luzia, El Real de Minas del Corpus, serro de San Andres y
Langue.” (Davidson: 2006).
MAPA No. 2
Fuente: William V. Davison: 2006
Atlas de mapas
históricos de Honduras
Los
nombres vernáculos impuestos por los colonizadores quedaron definitivamente convenidos
con la formación del Estado Nacional.
La
cercanía del poblado de Santa Lucía a Tegucigalpa, este último poblado
indígena, y su pertenencia a la zona lenca durante la época precolombina, nos
da razones para conjeturar: si el nombre de Surcagua
llegó hasta nuestros días a través de Alberto Membreño y si ese territorio tenía
denominación indígena es probable que los cerros o picachos alrededor de
Tegucigalpa hayan tenido importancia en la vida cotidiana de sus habitantes
indígenas durante la época precolombina. Lo importante aquí es dilucidar,
despertar el interés para una posible investigación y en última instancia
brindar elementos para el fortalecimiento de la identidad local del pueblo de
Santa Lucía, recuperando su nombre original de Surcagua.
El
nombre de Santa Lucía dado al lugar donde aquellos indígenas encontraron el
mineral tiene que haber sido un 13 de diciembre posiblemente entre 1578 a 1580,
día dedicado a la Virgen de Santa Lucía, celebrado durante el Período Colonial
para Latinoamérica y el Renacimiento para Europa.
BIBLIOGRAFÍA PARA
ESTA PARTE
AguIlar, Manuel
2013 Mineral
de Santa Lucía (1580-1890).
Fiallos, Carmen
1989 Los
municipios de Honduras. Editorial Universitaria.
Chapma,
Anne
1985 Los hijos del copal y la candela. Editorial
UNAM.
Davidson
Willian
2006 Atlas
de mapas históricos de Honduras. Banco Uno.
Dirección de Estadísticas
y Censos
Sf. Honduras histórica y geográfica
publicado para el Primer Centenario que abarca los años de 1880 a 1980.
Martínez Castillo, Mario
Felipe
2009 Temas
históricos inéditos de Honduras. Litografía López.
Martínez Castillo, Mario Felipe
1982 Apuntamientos
para una historia colonial de Tegucigalpa y su Alcaldía Mayor. Editorial
Universitaria
Membreño, Alberto
1994 Toponimias
indígenas de Centroamérica (Honduras, El Salvador, Guatemala y Nicaragua).
Editorial Guaymuras.
Memoria
2010 Foro:
Cultura y Desarrollo: Un desafío de país. Programa Conjunto “Creatividad e Indentidad
Cultural para el Desarrollo Local”
Newson, Linda
2009 El
costo de la conquista. Editorial Guaymuras.
Oyuela, Leticia
2003 Esplendor y miseria de la
minería en Honduras. Editorial Guaymuras.
Oyuela, Leticia
2001 Historia
mínima de Tegucigalpa: vista a través de las fiestas del patrono San Miguel a
partir de 1680 hasta finales del siglo XIX. Editorial Guaymuras.
Portillo, Pineda Noé
1997 Geografía
de Honduras.
Reina Valenzuela,
José
1931 Tegucigalpa
síntesis histórica. Tomo I. Consejo Metropolitano del Distrito Central.
Valle Rafael
Heliodoro
1982 Tierras
de pan llevar. Editorial Universitaria Centroamericana EDUCA.