Rebeca Becerra
Rebeca Becerra
Víctor Longino Becerra Valdez, nació
en la ciudad de León, estado de Guanajuato, México, el 15 de
marzo de 1895. Desde niño trabajó como ayudante de su padre, Jorge Abraham
Becerra en la explotación de oro y plata de las minas de Guanajuato. A la edad
de 15 años se convirtió en barrenador en la explotación de las minas siempre
bajo la vigilancia de nuestro abuelo Jorge Abraham Becerra de origen español y
de un carácter fuerte y violento. Nuestro padre era el quinto hermano de una familia compuesta por catorce hermanas;
trabajó ocho años en las minas de Guanajuato en jornadas de trabajo de catorce
horas diarias y un salario que agudizaba cada día más el hambre y la miseria de
toda su familia. Su madre se llamaba
Estefanía Valdez de Becerra.
En el año de 1911, Víctor Becerra fue
arrollado por la vorágine sangrienta de la revolución mexicana de 1910, se unió
a ella buscando el derrocamiento de la sangrienta dictadura de Porfirio Díaz y
poner en práctica un amplio plan de reforma agraria que le garantizara la
tierra a los campesinos pobres de su país. Se alistó en las filas de los
insurgentes (bola) del General Francisco Villa a la edad de 15 años cumplidos
como soldado de cuadra y ayudante del herrero del ejército de caballería, lugar
donde aprendió el oficio de herrería y alcanzó el grado militar de Sargento
Segundo a la edad de dieciocho años. El cuerpo de caballería al cual ingresó, estaba
al mando del Mayor del ejército Villista Demetrio González, hombre que lo
apreciaba mucho por su corta edad, su inteligencia y su interés por conocer a
fondo la causa de la revolución.
Alcanzó su mayoría de edad entre
derrotas y triunfos de múltiples batallas que peleó su fuerza de caballería en
una de las cuales murió su maestro de herrería conocido con el nombre de
Alcides, quien fue sepultado no en un cementerio cristiano sino a la vera de un
camino de herradura. Víctor Becerra fue
nombrado herrero del ejército de caballería y de las fuerzas militares de
Francisco Villa, su tarea diaria era herrar caballos, reparar fusiles y
cañones, reparar ruedas de carretas y hacer toda clase de implementos para
gobernar las bestias. Es decir que él creció bajo el constante y permanente
retumbar de los cañones, bajo el múltiple tronar de las ametralladoras y bajo
la silbante fusilería de infantería. Fue en estas condiciones donde templó su
espíritu y modeló su fuerte carácter de guerrero que nunca pudo abandonar por el
resto de su vida.
Como hombre hábil que
era, en las filas de la revolución aprendió a forjar herraduras, a forjar
frenos y espuelas para altos oficiales del ejército, reparaba las carretas que
halaban los cañones, reparaba los cañones, forjaba piezas de fusiles de
infantería y dirigía la cuadra de bestias de tiro, nunca olvidó las enseñanzas
de su maestro. Se especializó en la reparación de toda clase de armas porque en
las filas de sus tropas él era el responsable del buen funcionamiento de la artillería
y de todas las armas de infantería.
Fue parte importante del
“tren de guerra” de las tropas que comandaba el General Felipe Ángeles, uno de
los hombres más estimados por el General Villa, porque era uno de los soldados
más bravos, más valientes y temerarios de las filas del ejército que Villa
encabezaba. El General Felipe Ángeles desgraciadamente se apartó del ejército
Villista por desavenencias personales y fue fusilado en Chiguagua en el año de
1920 después de su regreso de los Estados Unidos, lugar donde fue a gestionar
ayuda militar para continuar la lucha revolucionaria que ya comenzaba a
debilitarse en todo México y los campesinos aún no habían recibido las promesas
de los políticos. Estas ambiciones personales que lo llevaron a la muerte fueron
aprobadas por un nuevo diseño político de paz que se fraguaba en la alta
burguesía mexicana la cual había decidido eliminar a todo rebelde que quería
continuar peleando por el progreso y el desarrollo de sus comunidades.
Víctor Becerra, el
viejo como cariñosamente le decían sus hijos, abandonó el cuerpo de
caballería al cual pertenecía y pasó a formar parte de la oficialidad íntima
del General Villa reconocida con el nombre de “Los Dorados de Villa”, en
esta posición alcanzó el grado de Subteniente a la edad de veinte años. Era el
oficial más joven del comando, responsable de la vida del “Centauro del
Norte”.
En la lucha
revolucionaria del pueblo mexicano se involucraron todos los sectores sociales,
políticos y religiosos del país, intervinieron todas las fuerzas económicas y
religiosas de la época, como dicen: no quedó santo parado para confesarse a
la hora de la muerte. En esta convulsiva época social, México era un país
tradicionalista pero los nuevos tiempos requerían de nuevas sociedades organizadas
alrededor de un proyecto de progreso democrático globalizado para poder
sobrevivir en tranquilidad en el contexto del mundo nuevo que irrumpía la
historia del pasado esclavista. Los modelos económicos de explotación se habían
agotado; el modelo político ideológico estaba desfasado; la dignidad del pueblo
reprimido estaba harto de tanta injusticia; la especulación de los productos de
consumo se habían convertido en oro y plata pura para los pobres; la vida
socioeconómica de las grandes masas del pueblo estaban sumidas en la indigencia
generalizada. No había alternativa, no había agujero por donde respirar, no
había ni dirigentes a quien creer más; motivos más que suficientes para que el
pueblo indígena y campesino de México se indignara al punto de tomar las armas
para hacerse su propia justicia y enderezar el derecho de vivir en paz,
justicia y libertad. El pueblo pobre pedía a gritos las transformaciones justas
y honestas dentro del sistema que los dominaba, pero el proceso de desarrollo y
modernización del Estado y la economía que les ofrecía la burguesía dominante
jugaba con las leyes en el aparato judicial que gobernaba y por eso los indios
y lo campesinos nunca lograron sus tierras, su vida y su estabilidad social.
Por eso no fue nada extraño que de la noche a la mañana brotaran en la nación
Mexicana miles de líderes levantados en armas contra la imperante situación que
los agobiaba; contra los gobiernos enemigos del progreso ayunos de sensibilidad
social. No fue extraño entonces que la revolución popular prendiera como
reguero de pólvora por todo lo ancho y largo del territorio.
Para el año de 1920 parte
de las tropas del General Villa habían desalojado de Tuxtla, Gutiérrez en el estado
de Chiapas una columna de mil quinientos hombres armados que habían tomado la
ciudad y estaban haciendo fechorías fuera de las leyes de la guerra en toda la
ciudad; cuando se dieron cuenta que las tropas de Villa se acercaban el General
del ejército corrupto Álvaro Obregón se retiró al centro del país para proteger
sus tropas diezmadas por los ejércitos del General Villa; de todas estas tropas
ochocientos hombres enemigos de Villa se habían tomado parte de la ciudad de
Tuxtla, Gutiérrez donde se habían hecho fuertes en su defensa y donde estaban
saqueando y violando las mujeres de toda la región; habían sembrado el terror y
habían sembrado que la moral del revolucionario no era justa. Una pequeña
columna de ciento cincuenta hombres se apartó del resto de este grupo y tomó
por la fuerza el pueblo de Comitán, Flores aterrorizando a toda la población
con sus bandalescas acciones que cometían en contra de los humildes moradores
de la misma.
Por órdenes superiores,
el Subteniente Becerra fue comisionado para que hiciera contacto con los
bandidos de Comitán, los sometiera por la fuerza y los conminara a un
rendimiento, previo desarme con la promesa de dejarlos en libertad después del
rendimiento. Pero resultó que cuando el Subteniente Becerra y sus sesenta
hombres tomaron el pueblo de Comitán los insubordinados se habían retirado
ordenadamente a la hacienda ganadera de “Casas Grandes” aledaño a San
Cristóbal de Las Casas justamente donde tiene lugar el levantamiento armado del
ejército Zapatista de Liberación Nacional al mando del Comandante guerrillero
Marcos, revolución armada que comenzó a operar en enero de 1994.
El Subteniente Víctor
Longino Becerra y sus sesenta hombres bien armados se dirigieron a la hacienda
de “Casas Grandes” en franca persecución contra los hombres que iban
aterrorizando a todas las comunidades que encontraban a su paso por el estado
de Chiapas. El Subteniente Becerra tomó rumbo a la hacienda donde se suponía se
encontraba el enemigo que tenía que disuadir; para lograr su objetivo, tomó una
vieja carretera cercada por ambos lados con cercas de piedra acomodada por ser
la única ruta que había para llegar a donde se encontraban el resto de los
hombres armados del General Obregón. Ruta que militarmente no debía de tomar
porque era un lugar propicio para tenderle una emboscada a cualquier ejército.
El Subteniente Becerra no había terminado de desandar la peligrosa vía que con
las reflexiones militares necesarias sabía del peligro que lo acechaba, cuando
de pronto de ambos lados del callejón comenzaron a dispararle y a hacer blanco
sobre la mayor parte de sus hombres. Al final de la triste y devastadora
emboscada perdió más de treinta y cinco hombres entre muertos y heridos. Los
hombres que lograron salir ilesos de aquella temible trampa tomaron rumbos
diferentes en completa desbandada para escapar y proteger su vida y que no les
permitió reagruparse fuera del lugar donde fueron abatidos.
En el mes de mayo de 1920
el Subteniente Becerra alcanzó la frontera de Guatemala, después de andar
perdido por los bosques de aquella inhóspita región del Estado de Chiapas.
Llegó a la frontera acompañado de ocho fieles compañeros de armas, todos
estaban armados, hambrientos, descalzos y sus ropas estaban desgarradas. En
aquellas lamentables condiciones todos decidieron entregarse a las autoridades
de Guatemala y abandonar la lucha después de tantos años de pelear en el
ejército del General Villa. Por una decisión unánime decidieron entregar sus
armas al ejército de Guatemala y rendirse sin oponer resistencia. Por órdenes
del Presidente General Cabrera los dejaron en libertad a todos con la opción de
regresar a México o quedarse en Centro América si así lo deseaba el grupo.
No cabe la menor duda que
los años de lucha en las filas del ejército villista modelaron sensiblemente su
vida y su comportamiento en las relaciones sociales y la responsabilidad
paternal. Becerra era un hombre que a temprana edad había madurado
conscientemente por eso su presencia en cualquier grupo social se hacía notar
de inmediato y superaba cualquier dificultad que se presentara con gran
facilidad. Era un hombre con gran habilidad para hablar en público, sobre todo
cuando se trataba de temas políticos; era un hombre hábil para todos los
oficios, lo mismo manejaba una tenaza para moldear una pieza en la fragua que
manejar un serrucho de carpintería para hacer un mueble cualquiera. El
Subteniente Becerra era un hombre de una vasta cultura general que le permitía
tener una clara respuesta que se hiciera bien de historia, filosofía o
sociología; era un autodidacta que se preparó con el hábito de la lectura permanente
en el taller, en la casa o sobre el lomo de una mula o en el asiento de un
vehículo; leía toda clase de libros y revistas pero sobre todo leía la Biblia con gran dedicación;
oía todos los noticieros de la época y le gustaba tener amigos con quien discutir
los problemas sociales y sacar de la discusión una lección que le sirviera para
ilustración de su acervo cultural adquirido a base de dedicación y experiencia.
Era un hombre incansable para
escribir, siempre se levantaba a altas horas de la madrugada a hacer
anotaciones en los escritos de los libros que estaba escribiendo: “El pensamiento
tiene alas” reflexiones sobre la
Biblia , “Lo inadmisible de la Segunda Guerra Mundial”,
“Memorias de la Revolución Mexicana” y “Las guerras intestinas de
Centro América”. Todos estos libros inéditos y cientos de manuscritos más
fueron destruidos por la furia que sostenía el Gobierno de Oswaldo López
Arellano por considerar todos los volúmenes escritos de Víctor Becerra como un
material subversivo de corte comunista.
En 1966 el ejército asaltó
abiertamente su hogar y confiscó todos sus escritos y correspondencia personal,
partes de guerra y lo más grosero y criminal de este hecho fue haberse robado
tres mil volúmenes de cultura general pertenecientes a su hijo Longino Vidal
Becerra Alvarado. Víctor Longino Becerra luchó para tratar de recuperar sus
escritos y la biblioteca de su hijo Longino tres años consecutivos y a cambio
de su esfuerzo un mal día las tropas de Oswaldo López Arellano volvieron a invadir
su casa con el objeto de disuadirlo a golpes, como no pudieron someterlo lo
amarraron en una silla y lo colocaron en el centro de la sala de la casa por
veinticuatro largas horas al término de las cuales fue puesto en libertad.
Oswaldo López Arellano
era el Jefe de las Fuerzas Armadas de nuestro país cuando cometió el salvaje
crimen canallesco de asaltar el hogar de Víctor Becerra y su esposa Sofía
Alvarado y destruir como un cavernario gran parte de la historia de la familia;
historia de las luchas de Centro América, historia de la lucha de la caída de
Cabrera en Guatemala y parte de la historia de la revolución mexicana. A este
mismo “cerdo” un buen día se le metió en la cabeza que debía ser presidente de
Honduras y para lograrlo asaltó el poder de la nación mediante un sangriento
golpe de Estado que dejó cientos de muertos y dio al traste con el gobierno del
Dr. Ramón Villeda Morales.
Víctor
Becerra continuó luchando en territorio guatemalteco incorporándose a la
planeación del asalto final contra la dictadura de Manuel Estrada Cabrera. El 3
de mayo de 1920 el joven Subteniente de las filas del General Villa se
encontraba dirigiendo una columna de hombres indígenas bien armados contra el
cuartel general donde se hallaba el mandatario acompañado de su familia y el
poeta José Santos Chocano. Víctor
Becerra y su gente avanzaba bajo una lluvia de balas por la calzada que daba
al fuerte La Palma, todas las fuerzas
insurgentes que buscaban la cabeza del dictador marchaban lentamente al flanco
de las tropas que dirigía el Subteniente Longino Becerra, a su lado confundido
con los indígenas marchaba, fusil en mano, el valiente profesional Juan José
Arévalo. Después de 4 días de fuertes combates y una tenaz resistencia de parte
de los federales que defendían al General Manuel Estrada Cabrera, el
Subteniente Becerra y su gente logró alcanzar los muros del fuerte, trinchera
donde se hallaba el dictador con la plana mayor de su ejército y su abultado
gabinete político que lo sostenía en el poder. El Subteniente Becerra y su
gente no pudieron encontrar paso ni por los enormes portones ni por encima de
los muros para penetrar al interior de la fortaleza, fue frente a esta
desesperada dificultad estratégica que ordenó a su compañero de guerra Senovio
Moreno que dinamitara los portones del frente La Palma, portones que cedieron por las fuertes descargas de
dinamita y dieron paso al interior del mismo a los combatientes indígenas.
Cabrera
fue capturado por Víctor
Longino Becerra, junto al dictador fue capturado el poeta mexicano José Santos
Chocano y numerosos profesionales del nutrido gabinete del gobierno del
dictador. La presencia de mi padre en la rendición del fuerte “La Palma” fue definitiva porque contuvo
con su fuerte voz de mando parte de las sangrientas venganzas que los
combatientes indígenas embravecidos por tantos días de lucha y tantos muertos
caídos en combate, no respetaban la vida de los enemigos rendidos. El
Movimiento Unionista que derrocó al dictador Manuel Estrada Cabrera llevó a la
presidencia de la República al Diputado del Congreso Nacional de Guatemala
Carlos Herrera, máximo dirigente de la revolución que terminó con la sangrienta
dictadura del General Cabrera en la República de Guatemala.
Becerra fue llamado
para ser felicitado por su importante participación en el derrocamiento del
dictador y para ofrecerle como premio a su importante labor, la Comandancia de Armas del Departamento de
Escuintla, en vista de su capacidad militar; puesto que no aceptó porque se
sentía afectado moral y espiritualmente por tanta matanza de hombres, mujeres,
religiosos y niños inocentes que había visto durante más de 6 años de guerra,
situación que lo obligó a plantear al nuevo ejército de Guatemala su baja
militar, que en un primer momento fue rechazada, pero que al final fue aceptada
previo ascenso de grado de Mayor del Ejército Guatemalteco. Becerra recibió su baja del
Ejército Nacional de Guatemala y el despacho que acreditaba su nuevo grado
militar de Mayor, y de recibir asimismo un acuerdo del nuevo Presidente Carlos
Herrera donde hacía constar su valiente participación en el derrocamiento del
dictador Estrada Cabrera, y se pedía a las autoridades civiles y militares que
ayudaran de la mejor manera posible al ciudadano mexicano Víctor Longino
Becerra, por su meritoria participación en la guerra civil que acabó con el
dictador y por haber colaborado a sentar la bases de la nueva democracia
popular que estaba formalizando el gobierno y pueblo de Guatemala.
En Honduras por
coincidencias del destino Gregorio Ferrera y sus hombres se instalaron en la
hacienda de Víctor Becerra en el departamento de Copán, estando Becerra fuera
de su propiedad, sin embargo al presentarse y disculparse Ferrera por haber
tomado su hacienda y pertenencias, Becerra reaccionó con la mayor amabilidad
posible y de ahí surgió una gran amistad entre los dos que los llevó a combatir
contra el General Vicente Tosta. Posteriormente fue llamado por el General
Justo Umaña quien envió a la hacienda de Becerra al General Gonzalo Deras, el General Juan Blas Domínguez, a
Baltazar Contreras de San Jerónimo y a Víctor Cojolum un guatemalteco, para
conocer sus planes de guerra y nuevamente se vio involucrado en las luchas
civiles participando en la Batalla de Las Vueltas del Rodeo en 1932.
Posteriormente se vio obligado a abandonar la hacienda Pájaros de Piedras
Negras que el padre de su esposa Santos Alvarado había dado en herencia a su
hija Sofía Alvarado Tábora, pues Santos Alvarado amigo personal de Tiburcio
Carías Andino dio orden de asesinarlo donde fuera encontrado, Becerra Valdez se
trasladó junto a su familia a la costa norte de Honduras[1].
muy interesante
ResponderEliminarrevisando unos periodicos de la unah, hemeroteca encontre un foto en periodicos de principios del siglo XX de una niña becerra
te la buscare de nuevo