La resistencia
Rebeca Becerra
Tegucigalpa M.D.C septiembre de 2009
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La resistencia forma parte inevitable de las relaciones de poder
que a través de la historia hemos heredado; marcaron nuestro pasado, están
marcando nuestro presente y afectarán de manera predictiva el futuro de los
seres humanos. Estas se pueden dar a nivel político, económico, cultural,
militar y moral, inclusive psicológico, pero también pueden ser de identidad en
cualquiera de sus niveles. Esta oposición poder/resistencia es inherente a la
praxis humana en todos los ámbitos como el familiar, el trabajo, y lo que nos
interesa el Estado; podríamos decir que fuera de los intereses impuestos y de
los ámbitos en que se dé, la resistencia ha sido parte de nuestra naturaleza
humana, pues nacemos resistiendo.
Hoy se dice que Honduras está en resistencia, la verdad es que los
países de Latinoamérica han estado en resistencia desde las primeras
concesiones cedidas al imperio norteamericano, pero si queremos hurgar en
nuestra historia podríamos decir que resistimos desde la conquista y la
colonización.
En nuestro país las concesiones comienzan a darse durante la
Reforma Liberal en el año de 1876, pensando que atrayendo inversionistas
norteamericanos se traía consigo la civilización a un pueblo que venía
sufriendo las crueldades dadas durante la conquista y la colonia española, y
los intentos sangrientos de lograr una independencia y unión con los países del
istmo centroamericano, y luego las luchas civiles por el poder.
Para consolidar el monopolio estadounidense y el surgimiento de la
clase burguesa y terrateniente se organizan los partidos políticos
tradicionales el Liberal y el Nacional en el año de 1891 y 1913
respectivamente. Estos han gobernado alternamente el país por 118 años;
partidos que han minado durante todo este período, utilizando alianzas entre
ellos mismos y artimañas como la traición, los golpes de Estado, autogolpes,
cualquier intento de levantamientos populares y/o de grupos guerrilleros en el
país, cuando ven o huelen que por cualquier escollo peligran sus intereses
económicos.
¿Cuánto tiempo llevamos resistiendo entonces comparado con lo que
hoy estamos viviendo?
Baste con mencionar como ejemplo de resistencia la encabezada
contra los españoles por el cacique lenca Lempira, la gesta heroica de
Francisco Morazán por unir a los países de istmo centroamericano, la huelga de
los mineros de San Juancito en 1909, huelga de los obreros bananeros de 1916,
1920 y la gran huelga de 1954. El levantamiento Armado de Miguel Yánez y el
cura Idelfonso Orellana. Los 20 años de dictadura de Tiburcio Carías Andino
¿acaso no es una gran acto de resistencia 20 años de dictadura?, el
levantamiento de 1963 contra el auto golpe de Estado de Ramón Villeda Morales
que mina la resistencia armada con el hecho sangriento de la matanza de los
guerrilleros de El Jute y desarticulando el movimiento guerrillero Francisco
Morazán, la matanza de los campesinos de La Talanquera en 1972 por la
recuperación de tierras, la matanza de Santa Clara y Los Horcones por la
liberación de 25 campesinos presos y el derecho a obtener un pedazo de tierra.
Posteriormente resistimos la llamada “década perdida” en los años 80’ con la
guerra de baja intensidad, la instalación de bases militares estadounidenses, represión,
desaparecimiento, tortura y asesinatos, el intento guerrillero fallido del Dr.
José María Reyes Mata. La represión de los 80’ fue extendida hasta la década de
los años 90 de una manera clandestina.
Este escueto recorrido nos dice que no hemos dejado de sufrir y
que sobrevivir y seguir viviendo de cualquier forma es parte de resistir. Los
hechos históricos nos demuestran que hemos estado sometidos y que la
resistencia la ha provoca el poder político cuando pierde legitimidad, cuando
se dan golpes y auto golpes de Estado porque peligran los intereses de la clase
oligárquica o cuando no se incumple con los pactos sociales establecidos.
Lo repetitivo a lo largo de nuestra historia ha provocado una
forma de dominio y hemos aprehendido la resistencia inconscientemente hasta el
punto de vivir el día a día sin saber que estamos en resistencia y nos han
impuesto una conducta a seguir, aunque algunos sabemos que no es la correcta;
la resistencia se personalizó por lo tanto se personalizaron las conquistas sociales
reducidas a gremios, sindicatos y otros grupos. No hemos aprendido a analizar
los hechos cotidianos, los discursos políticos que emanan del poder y hemos
dejado de condenar las acciones cotidianas que con el correr del tiempo, al
juntarlas desbocan en aquellas, que sí consideramos importantes, como el Golpe
de Estado que estamos viviendo.
Ahora la resistencia actual se ha despersonalizado, para tomar
forma en el pueblo hondureño. Es indudable que el levantamiento popular con el
“no hacer”, es decir el no decidirse por una lucha armada es un hecho poco
común y diría yo, casi único a nivel de Latinoamérica, que amerita análisis
desde varios puntos de vista (histórico, antropológico, sociológico, etc.). Si
bien Mahatma Gandhi luchó de manera pacífica y simbólica y logró desestabilizar
y sacar de la India a los ingleses, al final no logró unir al pueblo separado
por la religión. Los judíos durante la segunda guerra mundial optaron por el no
actuar, y si bien hubo rebeliones aisladas la mayoría se entregó a morir en los
campos de concentración, el resultado, el genocidio más grande que ha sufrido
la humanidad.
¿Ahora, la resistencia pacífica es el inicio de una verdadera
revolución o solamente se trata de impulsar pequeños cambios que no afectarán
las estructuras políticas-económicas que en Honduras no han evolucionado como
deberían por el bipartidismo que nos ha dominado? ¿Hay una consciencia de
cambio profundo en la población hondureña o es una consciencia que todavía
permanece en la superficie, la cual también amerita de análisis? Quiero
ejemplificar lo de la consciencia profunda y superficial con un hecho que para
muchos parecerá trivial: durante las marchas más grandes que ha tenido el país,
los manifestantes de Tegucigalpa abarrotan los negocios de comidas rápidas
símbolos del imperialismo, después de gritar consignas, llevar la bandera con
la imagen del Che Guevara, cantar canciones, etc. A mi parecer solamente un
proceso de ideologización profunda podrá transformar la estructura profunda de
la consciencia del pueblo hondureño y esto presupone un trabajo de años, por el
momento la lucha permanece en una estructura superficial emotiva y no
ideológica.
Si bien el ejercicio del poder está sujeto a cambios, es decir que
no se mantiene indefinidamente, los sometidos un día podrán tener en sus manos
el control para poder cambiar su rumbo. Las relaciones de poder son peleas
constantes entre los que someten y los sometidos, en estas luchas surgen
diferentes respuestas de ambas partes, que pueden convertirse en una violencia
directa, revueltas populares y hasta guerras; sin embargo las respuestas de
ambas partes siempre están en un constante crear para dar respuestas a las
agresiones de los otros. La respuesta del pueblo hondureño ha sido inesperada,
ha sido creativa, ha sido pacífica, ha sido espontánea, ha sido y esto es lo
extraño como si viviéramos una fiesta cada día, a pesar de las vidas afectadas.
Entonces los dominadores se han quedado rezagados en cuanto al ser creativos en
la lucha, en un momento optaron por la represión y la violencia, sin embargo no
tuvo la respuesta negativa que ellos esperaban obtener, al contrario la
respuesta fue positiva y por eso se encuentran desorientados. O su estrategia,
porque sí la tienen, obedece a la llamada guerra irregular (IW) ¿podrá el
pueblo hondureño luchar contra la IW, guerra de larga duración que cuenta con
un poder aéreo, espacial y ciberespacial? Es decir que nos enfrentamos a una
guerra de alta tecnología.
“La resistencia pasiva parece un contrasentido, pues resistencia
significa una acción, y pasiva una no-acción, pero en esta perspectiva lo
pasivo pierde toda su connotación negativa, y desde esa negatividad, la
no-acción entre toda su positividad, el no-hacer se convierte en un
hacer.”(Gracia Canal: 2005)
Ahora entender que hemos optado por una lucha pacífica significa
que no hemos optado por una lucha armada la cual no es descartable, pues no
sabemos cuáles son los senderos por donde se bifurcará el camino.
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