viernes, 1 de febrero de 2013


Entre la palabra y el ser: Amanda Castro

Rebeca Becerra
20 de marzo de 2010
Texto leído en el homenaje realizado  en el
Teatro Nacional Manuel Bonilla
antes de su sepelio.

Dice —Octavio Paz en su libro El mono gramático— “que el poeta no es el que nombra las cosas, sino el que disuelve sus nombres… descubre que las cosas no tienen nombre y que los nombres con que las llamamos no son suyos”.

Las cosas ya están nombradas cuando despertamos a la vida y quedan nombradas al momento de nuestra partida.

Entre las cosas y sus nombres se nueve el/la poeta, es decir entre la palabra que se nos da-impone y la realidad que experimentamos, pero que también se nos impone. Entre el lenguaje impuesto y la realidad que se sujeta y funde con el lenguaje, el/la poeta consciente de que lo nombrado puede estar errado, ya no disuelve, como dice Paz los nombres, sino los transgrede; sin embargo antes de la transgresión el/la poeta tiene que hacer suya la palabra y la realidad; compromiso lingüístico versus compromiso social-político-cultural.

Transgredir entonces viene a ser el ser como queremos que sea y no como nos imponen ser a través de la palabra. Tomar la palabra y transgredirla, tomarla desde todas sus aristas, darle vuelta, replantearla, o plantearla desde una perspectiva única da como resultado una voz única; pero replantear la palabra desde el punto de vista de la poesía de Amanda Castro, requiere recobrar elementos perdidos, o hacer nuestros elementos que, no fueron nombrados para las mujeres sino para los hombres. Estamos hablando de realizar un viaje utilizando la palabra para encontrar nuestro propio cuerpo, nuestros propios placeres, nuestro propio erotismo, ir al encuentro de nosotras mismas usando como medio la palabra y luego partir hacia fuera, hacia esa realidad que nos permite tener un compromiso, una ideología y las creencias que consideramos acorde con nuestro proyecto de vida/muerte y obra, y no las que nos imponen por tradición (patriarcal diría Amanda) sino aquellas que nos brindan las herramientas para hacer el viaje. Es entonces el/la poeta un/una viajera entre el lenguaje y la realidad; una viajera que construye y transita sus propias calles.

La poesía y la narrativa de Amanda Castro es en este sentido, dentro de la literatura hondureña, es una propuesta que transgrede no solamente el lenguaje sino que la poeta, consciente, hace de su vida lo que dicen sus palabras, es decir la ejecución del lenguaje es su manera de ser, de vivir y de pensar; pero también es una manera de darle vos a las que a través de la imposición de la palabra han sido censuradas, cercenadas, de ahí que en su poesía hable la Patria o como decía ella la Matria, la madre del desaparecido, la amiga, la compañera, la novia, la amante. Mientras Amanda da voz a las mujeres, la figura masculina tratada en sus poemas solamente pueden hablar a través de la voz poética, la voz de la mujer, a través de la poeta que ha tomado sin tapujos la palabra.

No hay fuerza más poderosa que la fuerza de la palabra. Consciente Amanda de esta fuerza, la acompaña en su viaje el reencuentro con nuestra cultura indígena, con nuestros ancestros; no olvidemos que en el Popel Vuh el mundo, los animales y los seres humanos surgen de la palabra misma. Esta concepción indígena mesoamericana, es incorporada por Amanda en su libro Onironautas, pero además la poeta llega a la conclusión que el/la poeta es el/la shaman/a de la palabra. Este regresar a lo nuestro es parte del viaje que se plantea la poeta, un viaje hacia el pasado para encontrar los elementos que le permitan continuar en el presente y en el fututo. Entonces como ella misma lo expresa “la poesía es un acto de chamanismo”. Para los creadores la creación se convierte en un acto ritual, de ahí que nuestra religión no sea más que el producto de esa creación que ha transformado nuestras vidas y en el caso de Amanda incide en la vida de otros/otras. El shaman o la Shamana es un mediador/a entre lo terrestre y lo divino, entre la vida y la muerte, entre el mundo y la espiritualidad, entre lo alto y lo bajo; es el o la portador/a de una actividad introspectiva intensa que le ayuda a permanecer dentro de un espacio ritual de fuerzas espirituales. Es quien manipula el lenguaje y esto le permite decir y ser escuchada o escuchado. 

No podemos negar que Amanda, su vida/muerte y obra, son una fusión que pocas escritoras hondureñas han podido lograr en una vasta producción de acciones/emociones como Clementina Suárez por ejemplo.

Escribir para Amanda Castro era respirar ese aire que al mismo tiempo la asfixiaba, no dudo que la palabra la aferraba a la vida y que pudo a través del lenguaje burlar la muerte. Dice Amanda en una entrevista que le realizó Salvador Madrid: he escrito para adelantarme a la muerte, para salirle al paso, reconstruyendo con símbolos mis pulmones hechos pedazos y estas ansias de vivir y de hacer cosas, habitada de palabras.  Poemas de catarsis que sin reparar tejidos devuelven a mis manos, con las plumas la esperanza”.

Amanda no se aferraba a la vida sino al lenguaje que la conducía a la vida para ultrajar la muerte.

Su trabajo como creadora no tuvo límites, pues al ser dueña de la palabra y construir su propio espacio ritual, era dueña de sus acciones “verme directamente al espejo -dice Amanda- fue soltar cualquier tipo de vergüenza cultural o religiosa que me había impedido, hasta entonces, vivir en paz conmigo misma”. Amanda entonces parte con la seguridad en su sonrisa que se ha liberado de las ataduras culturales y religiosas impuestas por la sociedad. Es la mujer auto-redimida a través de la palabra, la que buscó dejar de ser víctima y convertirse en protagonista de su destino; una lucha de años interior y exterior, que la convirtió en la mujer casada con la mujer, la mujer/patria/poesía/dolor/esperanza; la mujer simplemente mujer.

Amanda con su voz de mujer grande, de alma grande, de amor grande, de amor propio y de propio amor. Amanda con tus sueños grandes.

Te recordamos Amanda con tu sonrisa ancha y estos minutos que te hacen florecer.  
QUERIDA AMANDA MATRIA (como lo dirías vos) O MUERTE, HASTA LA VICTORIA SIEMPRE.

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