Entre la palabra y el ser: Amanda Castro
Rebeca Becerra
20 de marzo de 2010
Texto leído en el
homenaje realizado en el
Teatro Nacional
Manuel Bonilla
antes de su
sepelio.
Dice
—Octavio Paz en su libro El mono gramático— “que
el poeta no es el que nombra las cosas, sino el que disuelve sus nombres…
descubre que las cosas no tienen nombre y que los nombres con que las llamamos
no son suyos”.
Las
cosas ya están nombradas cuando despertamos a la vida y quedan nombradas al
momento de nuestra partida.
Entre
las cosas y sus nombres se nueve el/la poeta, es decir entre la palabra que se
nos da-impone y la realidad que experimentamos, pero que también se nos impone.
Entre el lenguaje impuesto y la realidad que se sujeta y funde con el lenguaje,
el/la poeta consciente de que lo nombrado puede estar errado, ya no disuelve,
como dice Paz los nombres, sino los transgrede; sin embargo antes de la
transgresión el/la poeta tiene que hacer suya la palabra y la realidad;
compromiso lingüístico versus compromiso social-político-cultural.
Transgredir
entonces viene a ser el ser como queremos que sea y no como nos imponen ser a
través de la palabra. Tomar la palabra y transgredirla, tomarla desde todas sus
aristas, darle vuelta, replantearla, o plantearla desde una perspectiva única da
como resultado una voz única; pero replantear la palabra desde el punto de
vista de la poesía de Amanda Castro, requiere recobrar elementos perdidos, o
hacer nuestros elementos que, no fueron nombrados para las mujeres sino para
los hombres. Estamos hablando de realizar un viaje utilizando la palabra para
encontrar nuestro propio cuerpo, nuestros propios placeres, nuestro propio
erotismo, ir al encuentro de nosotras mismas usando como medio la palabra y
luego partir hacia fuera, hacia esa realidad que nos permite tener un
compromiso, una ideología y las creencias que consideramos acorde con nuestro
proyecto de vida/muerte y obra, y no las que nos imponen por tradición
(patriarcal diría Amanda) sino aquellas que nos brindan las herramientas para hacer
el viaje. Es entonces el/la poeta un/una viajera entre el lenguaje y la realidad;
una viajera que construye y transita sus propias calles.
La
poesía y la narrativa de Amanda Castro es en este sentido, dentro de la literatura
hondureña, es una propuesta que transgrede no solamente el lenguaje sino que la
poeta, consciente, hace de su vida lo que dicen sus palabras, es decir la
ejecución del lenguaje es su manera de ser, de vivir y de pensar; pero también
es una manera de darle vos a las que a través de la imposición de la palabra han
sido censuradas, cercenadas, de ahí que en su poesía hable la Patria o como
decía ella la Matria, la madre del desaparecido, la amiga, la compañera, la
novia, la amante. Mientras Amanda da voz a las mujeres, la figura masculina tratada
en sus poemas solamente pueden hablar a través de la voz poética, la voz de la
mujer, a través de la poeta que ha tomado sin tapujos la palabra.
No
hay fuerza más poderosa que la fuerza de la palabra. Consciente Amanda de esta
fuerza, la acompaña en su viaje el reencuentro con nuestra cultura indígena,
con nuestros ancestros; no olvidemos que en el Popel Vuh el mundo, los animales
y los seres humanos surgen de la palabra misma. Esta concepción indígena
mesoamericana, es incorporada por Amanda en su libro Onironautas, pero además
la poeta llega a la conclusión que el/la poeta es el/la shaman/a de la palabra.
Este regresar a lo nuestro es parte del viaje que se plantea la poeta, un viaje
hacia el pasado para encontrar los elementos que le permitan continuar en el
presente y en el fututo. Entonces como ella misma lo expresa “la
poesía es un acto de chamanismo”. Para los creadores la creación
se convierte en un acto ritual, de ahí que nuestra religión no sea más que el
producto de esa creación que ha transformado nuestras vidas y en el caso de
Amanda incide en la vida de otros/otras. El shaman o la Shamana es un mediador/a
entre lo terrestre y lo divino, entre la vida y la muerte, entre el mundo y la
espiritualidad, entre lo alto y lo bajo; es el o la portador/a de una actividad
introspectiva intensa que le ayuda a permanecer dentro de un espacio ritual de
fuerzas espirituales. Es quien manipula el lenguaje y esto le permite decir y
ser escuchada o escuchado.
No
podemos negar que Amanda, su vida/muerte y obra, son una fusión que pocas
escritoras hondureñas han podido lograr en una vasta producción de
acciones/emociones como Clementina Suárez por ejemplo.
Escribir
para Amanda Castro era respirar ese aire que al mismo tiempo la asfixiaba, no
dudo que la palabra la aferraba a la vida y que pudo a través del lenguaje
burlar la muerte. Dice Amanda en una entrevista que le realizó Salvador Madrid:
“he escrito para adelantarme a la muerte, para
salirle al paso, reconstruyendo con símbolos mis pulmones hechos pedazos y
estas ansias de vivir y de hacer cosas, habitada de palabras. Poemas de
catarsis que sin reparar tejidos devuelven a mis manos, con las plumas la
esperanza”.
Amanda
no se aferraba a la vida sino al lenguaje que la conducía a la vida para
ultrajar la muerte.
Su
trabajo como creadora no tuvo límites, pues al ser dueña de la palabra y
construir su propio espacio ritual, era dueña de sus acciones “verme directamente al espejo -dice Amanda- fue
soltar cualquier tipo de vergüenza cultural o religiosa que me había impedido,
hasta entonces, vivir en paz conmigo misma”. Amanda entonces parte con la seguridad en su sonrisa que se ha liberado
de las ataduras culturales y religiosas impuestas por la sociedad. Es la mujer
auto-redimida a través de la palabra, la que buscó dejar de ser víctima y
convertirse en protagonista de su destino; una lucha de años interior y
exterior, que la convirtió en la mujer casada con la mujer, la
mujer/patria/poesía/dolor/esperanza; la mujer simplemente mujer.
Amanda
con su voz de mujer grande, de alma grande, de amor grande, de amor propio y de
propio amor. Amanda con tus sueños grandes.
Te
recordamos Amanda con tu sonrisa ancha y estos minutos que te hacen florecer.
QUERIDA
AMANDA MATRIA (como lo dirías vos) O MUERTE, HASTA LA VICTORIA SIEMPRE.
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